T ermina el mes de los corazones rojos y lo celebro contándote una anécdota personal que me sucedió hace unos días.

Salía del estudio toda contenta yo después de haber impartido una sesión de yoga centrada en la idea de que somos un canal para que la energía se manifieste en el mundo. Expliqué que como el término "energía" puede resultar vago o esotérico, en términos humanos es lo que entendemos por amor, incondicional y universal. Caminaba por la calle dándole vueltas a la clase, abstraída en mi propio mundo interior, cuando se me acercó un inmigrante recién llegado pidiendo ayuda. Me cogió por sorpresa, me sentí turbada. Le dije que no podía, agaché la cabeza y aceleré el paso. Un par de metros adelante me paré y pensé ‚Äúpero qué narices he hecho‚Ķ menuda manera de reaccionar‚Ķ ¿¡dónde está ese amor que supuestamente fluye a través de mí?!‚Äù¬†Así que me fui a casa sintiéndome fatal conmigo misma y estuve gran parte del día contemplando la pequeñez de mis miedos.

Esa misma tarde volvía de hacer la compra y ¿sabes quién venía de frente por la calle? El mismo hombre de la mañana que deambulaba pidiendo dinero. En toda mi inocencia me puse feliz y ¬†me acerqué a él¬†emocionada. Ahora sí le miré a los ojos, charlamos y le pude dar lo que no le había dado hacía tan solo unas horas.

El camino de abrir el corazón es un proceso en elaboración. Cada día aprendes a quitar pequeñas o grandes barreras. Menos mal que la vida y el karma siempre encuentran la manera de brindarnos esa oportunidad, incluso cuando parece que la capacidad de amar se hubiera esfumado por arte de magia.

Que el amor en todas sus formas inunde generosamente tus días...

Aham prema

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